Los místicos dicen que el número 33 tiene un poder especial, pues Jesús vivió 33 años y realizó 33 milagros. Salió a uno por año. Pocos me parecen. Sin duda el marketing funcionó de maravilla en este caso. Nuestras madres hicieron muchos más milagros cada año y nadie las nombró en un libro.
Y así, podríamos exponer un sinfín de teorías místico-esotéricas sobre el significado el numero 33.
Pero puestos a relacionar ese número con los años que llevamos haciendo música, podríamos resaltar que 33 es el prefijo telefónico de Francia y nosotros hemos tenido siempre una gran admiración por la cultura del país vecino. El poeta Jaques Prevert nos ha guiado a la hora de escribir varias letras.
Tenemos 33 discos de Bob Dylan en nuestra discoteca.
La columna vertebral está formada por 33 vertebras y en estos años hemos intentado no doblarla ante la exigencias del mercado y las modas dominantes.
33 es el número atómico del arsénico y en muchas ocasiones hemos tenido la sana intención de envenenar a más de un líder, tanto del mundo de la política como de la religión o de la opinión. No lo hemos hecho por falta de tiempo: en el fondo 33 años no nos han dado para tanto.
Pero sobre todo en estos 33 años hemos podido dedicarnos a componer música y canciones. 33 Bandas sonoras (más o menos), 33 discos (alguno menos) y 333 composiciones (no las hemos contado) y otros tantos conciertos (bastantes más), fruto todo ello de vivir intensamente el tiempo que nos ha tocado.
Hemos visto, desde la óptica de un grupo de música, la caída de dictadores y el nacimiento de otros. Hemos vivido en directo por televisión (Decía Rafael Azcona que lo mejor de la televisión es que podías ver la muerte de los Papas en directo) la muerte de 3 Papas, por ahora. Nos hemos emocionado con más de 33 poetas y escritores. 333 músicos de todos los estilos han dejado poso en nuestras noches de insomnio. Hemos conocido 33 éxitos y 33 fracasos a partes iguales. Hemos conocido modas y modos, sin subirnos nunca en el carro de las primeras y defendiendo nuestro modo de vida en todo momento. Hace diez años, escribimos en un artículo que “no hacemos música para vivir, vivimos haciendo música” y hoy, a duras penas, pero sin rendirnos seguimos pensando lo mismo.
Hemos tenido momentos buenos de los que han salido canciones buenas y momentos buenos en los que no hemos hecho canciones para poder disfrutarlos mejor, pero eso si, siempre tomando notas para poder reflejarlos luego, en los momentos de calma, en nuestras composiciones. También hemos vivido momentos malos de los que han salido buenas canciones y momentos malos que no nos dejaron tiempo ni para respirar, mucho menos para las canciones. Porque todo lo que hemos visto y vivido hemos intentado que se viese o mejor dicho, se reflejase en todo lo que hemos escrito, canciones, bandas sonoras o música para teatro
Y aquí estamos. ¿Empezando de nuevo, aprovechando que el ciclo solar vuelve al principio cada 33 años? No, sería absurdo hacer tabla rasa. Somos lo que hemos sido. Seguimos en la línea que los sentimientos nos van marcando. Viviendo nuestro tiempo e intentando plasmarlo en lo que escribimos. Cantamos para poder compartir sentimientos y alimentar sensibilidades.
Seguiremos haciendo música porque opinamos que las ficciones nacidas de la imaginación son imprescindibles. Necesitamos ficciones para poder creer en la realidad. La imaginación es el único camino entre lo real y lo posible.
Como no olvidamos la sentencia de Albert Camus de que “todo lo que degrada la cultura crea servidumbre”, seguiremos cantando evitando alimentar servidumbres.
Y como tenemos la certeza de que la estupidez nunca se rinde, a pesar de llevar 33 años, nosotros tampoco.
A estas alturas sería imperdonable tirar la toalla.
¡Salud, suerte y alegría!